aprendizaje

desmontando la ansiedad

El comportamiento que me parecía inexplicable en ese momento. No había amenaza que yo podía identificar. El caballo sintió mi estado interno de alerta y ansiedad, y corría en alerta plena.

El comportamiento que me parecía inexplicable en ese momento. No había amenaza que yo podía identificar. El caballo sintió mi estado interno de alerta y ansiedad, y corría en alerta plena.

Las formas sutiles de forzar, y como los caballos nos enseñan a desprender de ello

Al comienzo de la semana con ansiedad miraba el plan de algunos de mis días: desde las 8:00 hasta las 18:00 el horario estaba lleno de actividades, con apenas algunos minutos de pausa o margen de error (por si acaso hay problemas con el trafico u otros imprevistos). Sentía como mi cuerpo se contrae en anticipación del estrés de generar la fuerza y la energía para llevarme por todo que había planificado. Por un lado, me preguntaba ¿por que lleno mi horario tanto?, y por otro no lograba ver otra opción sino lanzarme a la carrera durante esos días.

A mi hija pequeña, de 6 años, no le gusta mucho la escuela. Sí, quiere a sus profesores, sí, disfruta jugar con sus amiguitos, pero por mas de dos años, cada tres de los cinco días de la semana laboral la escucho diciendo, “Mama, no quiero ir a la escuela mañana…” “¿Por que no quieres ir?” “No quiero escribir, leer, ni hacer matemática. Estoy aburrida! Siempre hacemos lo mismo!” “¿Que quisieras hacer o aprender entonces?” “Quiero aprender sobre los unicornios! Y quiero que vengan los payasos y nos enseñen sus trucos!” Como me gustaría decirle, “Bueno, te entiendo, tienes toda la razón - me suena aburrido leer, escribir y hacer matemática de la misma manera todos los días. Si no quieres no vayas a la escuela.” O, “¿Sabes que? Mañana en tu clase van a estudiar los unicornios!” O, “Los payasos ya están programados: van a tu colegio mañana y les enseñaran a todos lo que hacen y sus trucos!” Sin embargo, la mayoría de las instancias de sus reclamos, solamente puedo buscar como motivarle a mi hija para que vaya al colegio: le prometo un regalo, hablo con las profesoras, con los consejeros, con asistente de la directora, hago todo para evitar que ella se quede en casa viendo televisión mientras que yo estoy fuera haciendo mi trabajo.

La definición de la coerción es el uso de violencia o intimidación para lograr cumplimiento. Es causar a una persona hacer algo que no quiere hacer, en base a cualquier método. Pocos utilizamos formas evidentes de violencia (aun que todavía existe un montón de violencia imperdonable en el mundo llamado “civilizado”), escogiendo en su lugar formas mas aceptables y mas sutiles de coerción, como por ejemplo, el soborno, la manipulación, o la amenaza. Estas formas parecen preferibles, ¿pero tal vez son de igual muy dañinas por ser tan comunes?

Un ejemplo muy típico es como enseñamos a nuestros hijos comportamientos socialmente aceptables. Aun cuando no quieren, deben socializarse con personas que no les gustan; compartir sus cosas cuando no quieren; usar buenos modales cuando alguna situación les provoca otro tipo de comportamiento; comer cuando no tienen hambre; mentir cuando lo que sienten es distinto de lo que están obligados a decir, etc. Están siendo formados por los motivos no explícitos de los adultos, por el sentido de miedo, o por el temor de las consecuencias.

Ojo, no estoy diciendo que poner limites para dirigir comportamiento es malo. Al contrario, los limites son lo que nos enseña a todos mejor que cualquier otra cosa. Pero la coerción no constituye el uso sano de limites y consecuencias. La distinción es sutil pero importante. Lo peor de todo, los niños asimilan la coerción, la aprenden bien. Cuando ya grandes, aplican sus destrezas de coerción contra ellos mismos, y contra otras personas.

Un día los caballos me demostraron muy claramente el daño que causan las formas aparentemente amigables de coerción (hacia nosotros mismos). Justo uno de los días de correrías que tenia programado minuto a minuto, iba al establo para ‘trabajar’ con mis caballos. Aun que la sensación del estrés la tenia palpable y lo sentía en mi cuerpo, tenia mi lista que necesitaba cumplir. Cuando llegué al potrero, mis caballos parecían pájaros, inquietos, ansiosos, listos para huir sin motivo aparente. ¿De que estarían huyendo?, me pregunté. A pesar de esforzar y concentrarme, a pesar de los caballos haber hecho todos los ejercicios anteriormente, y haberlos hecho bien, ese día yo no lograba su colaboración. Solamente mas tarde, en un momento de reflexión pasajera percibí el mensaje de mis caballos: “Queremos estar lejos de aquí, por que esto aquí y ahora, nos causa mucho miedo.” El estrés que yo sentía, ellos percibían, y para ellos esa activación emocional significaba peligro inminente. La lista larga de tareas pendientes que tenia en mi mente, y el estrés que me provocaba, para ellos se manifestaba como un invisible león o pantera al punto de atacar.

Coerción implica estrés, y el estrés mata. Mata la alegría, el disfrutar cada momento, y al final nos mata a nosotros, quizás no de una vez, pero paulatinamente. Creo que por adentro todos nos damos cuenta de esto, pero no queremos verlo. Tal vez debemos poner como primer punto en la lista de tareas “borrar todas las tareas que no nos hacen sentir alegría en el corazón.” Esto no significa no hacer los deberes, pero hasta los deberes deberían encender una llama pequeña de felicidad, satisfacción, o de gratitud adentro. Esto también implica a cuestionar por que aceptamos ciertas tareas que no contribuyen a nuestro bienestar … Quizás esta es la manera para vivir mejor y mas libres.